25.10.10

6.


Las luces de colores flotaban en la oscuridad sobre mis párpados cerrados.


-¡Village, hora de levantarse!-oí con un eco lejano.
-¡Vamos, que hoy es la carrera!-esta vez contesté con un balbuceo en el que amenazaba con vomitar en la cara a todo aquel que osase interrumpir mi sueño.
-¿Aún estás borracho? ¡Venga, anda, que yo aún no me he acostado! Date una ducha fría y como nuevo.

No sé qué hora sería, pero aún estaba oscuro, y el montón de ropa en el suelo que había usado el día anterior seguía caliente. Un Paul Village en el estado cadavérico que yo jamás había visto fue al baño, cagó, se duchó y se vistió entre temblores. Chasc me espera sentado con unas buenas ojeras, y con la psicótica sonrisa del que lleva ya muchos tiempo sin dormir. Me dijo-El coche nos espera... ¿Vamos?-y yo, lejos de toda intención de trabajar, cogí mis gafas de sol y le seguí, olvidando mi cuaderno y todas mis notas.

El cielo empezaba a clarear, pero aún estaba fresco. El calor no tardará en apretar y en quemarnos los pelos de las pelotas, pensé.

Dormí un poco durante el viaje, y ya me había despejado un poco. Habíamos llegado con suficiente tiempo como para echar un vistazo por el circuito, pero de nuevo tuvimos problemas con los pases de prensa, y después de un par de llamadas Walden nos consiguió entradas para una pequeña tribuna en la primera curva, en la zona de Tower 10, no me importaba ya la zona, ni los accesos, sólo quería dormir.

Cuando por fin pasamos todos los controles, algunos pilotos ya estaban dando algunas vueltas de reconocimiento. Los vimos un rato y luego Chasc y yo decidimos ir a buscar nuestras localidades.

Pasamos por zonas infestadas de moteros y aficionados en grandes colas para los servicios, en otras para los puestos de comida, de bebidas frías y de merchandising de grandes pilotos como el campeón Graziano y el favorito, Pulido. También había otros puestos de camisetas que rezaban “Yo estuve en el Derby de Sherry y no me comí ni una cereza” o “¿Quieres que vayamos a rebufo?” y otros chistes motorísticos que escapaban a mi humor.

El sol ya apretaba, y cuando pensábamos que no íbamos a llegar con vida, encontramos nuestra grada. Estaba algo alejada del asfalto, pero una pantalla gigante facilitaba el visionado de la carrera.

Tan pronto localizamos nuestros asientos nos giramos y retrocedimos unos metros para pararnos bajo un árbol que proyectaba una buena sombra en el arcén del camino de acceso por el que no paraba de llegar gente con banderas y bocinas, entusiasmados por la inminente carrera que iba a disputarse. Justo ahí fue donde nos tumbamos a dormir para matar la hora y media que todavía restaba para el comienzo de la competición.

Yo desperté un poco antes, por los ronquidos de Chasc, y por las risas que éstos habían provocado en un cuarteto de moteros con espuma de cerveza en sus poblados bigotes. Yo les seguí un poco la gracia, y zarandeé a Chasc para ir a ver ya la carrera. Fue entonces cuando recordé que no llevaba nada en los bolsillos, ni cuaderno, ni boli, ni grabadora... nada. Supongo que tocaba recostarse bajo el sol con una cerveza fría y disfrutar de las caídas, ya aprovecharía el resumen de las noticias de las nueve para hacer un reportaje.

La primera carrera empezó muy limpia, y de hecho terminó igual, casi sin incidentes excepto uno, justo en nuestra curva, de derechas, algo menos de un ángulo recto justo después de la larga recta de meta. Sin importancia, no fue muy espectacular.

El calor golpeaba ya con más fuerza. En la segunda carrera, un japonés kamikaze decidió caerse en las primeras vueltas derramando aceite sobre la pista provocando la caída de ocho de los pilotos que iban detrás de él. Todo el mundo aplaudió el espectáculo lamentando la ausencia de sangre vertida por el asfalto y huesos rotos salpicando el arcén. Pensábamos que sería el culmen del Derby de ese año, y yo me pasé el resto de la carrera y la siguiente y última pensando un chiste al respecto para mi artículo, pero después de la tercera descubrimos que nos equivocábamos cuando Pulido salió vencedor tras un apasionante mano a mano con Graziano y para celebrarlo se lanzó al pequeño lago que había dentro del ondulante anillo de carretera que era el circuito de Sherry.

No hubiera sido tan emocionante si el mono de competición flotase en el agua. Los aplausos y las bocinas se silenciaron en cuanto aquel enano con cabeza armada se precipitó hacia el fondo. No hizo falta decir nada, Chasc y yo corrimos para ser los primeros en llegar. Cruzamos a toda velocidad el túnel que pasaba por debajo de la pista, dimos grandes zancadas, algún que otro empujón e incluso tuvimos que saltar alguna valla. Él llevaba consigo una pequeña cámara de fotos y esa exclusiva nos lanzaría al estrellato periodístico, ya veía los titulares...

Fue una verdadera lástima que le sacasen a tiempo... si lo hubieran dejado nada, un poco más, tendríamos unas fotos cojonudas del primer piloto que muere celebrando su victoria en el Derby, y no sólo las de un tipo con un mono lleno de publicidad empapado saludando al público.

Esa es nuestra historia, el sitio adecuado en el momento adecuado... y una inoportuna ambulancia que tira de la cadena para llevarse nuestra noticia recién cagada.

Decepcionados, nos fuimos entre el gran atasco de coches y motos que salía del circuito. ¿Quién sabe? Quizá el año que viene...

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