11.10.10

4.


Parpadeé un par de veces, ¿qué demonios era aquel ruido ensordecedor? Me cago en la leche, odio despertarme antes de la hora, 13:36... ¿Qué? ¡Oh mierda y más mierda! Me había quedado dormido y los entrenamientos oficiales estaban a punto de terminar... Bueno, no pasa nada, puedo levantarme y mirar la clasificación para la parrilla de salida en la televisión. Leía el correo en mi ordenador cuando me sonó el teléfono, era Hannah, mi enlace con la revista en Sherry, y la responsable de que yo no hubiera ido al circuito esta mañana, es decir, que el pelo se le caería a ella.


-¿Sí?
-Hola Paul ¿ya estás despierto?
-Sí, sí... ¿por qué no me despertaste esta mañana? Tenía que cubrir los entrenamientos.
-Ya, bueno, yo estoy en el circuito ahora y tampoco es para tanto, podrías verlos por la tele, Pete no se dará cuenta... además, supongo que ya estás bastante cargado de trabajo por lo del partido de hoy...
-¿Cómo? Espera, espera, ¿partido? ¿Qué partido?
-El del Sherry F.C. contra los Seacats de Greatport. Ya sabes que se juegan el descenso de categoría.
-Ya, ya, ya, todo eso está muy bien, no digo que no. pero ¿por qué nunca nadie me dice las cosas a mí? ¿Por qué me tengo que enterar siempre en el último momento? Uno de estos días cojo la puerta y no me volvéis a ver el pelo.
-Bueno, no lo pagues conmigo... yo ya te he dejado en la taquilla nº7 tu pase para el partido. No te olvides tampoco de que el número de este mes va a estar centrado principalmente en el Derby, no creo que les importe la calidad de la crónica del partido, además, eres el único que está en Sherry.
-Me pregunto cuándo dejaran de encargarme los eventos deportivos... en fin, habrá que hacerlo ¿no?
-Esa es la actitud... y el partido no es hasta las 6 así que tienes tiempo todavía para comer algo y descansar... puedes salir a la calle a ver el ambiente que hay, han llegado motos de todos los rincones del país.
-Sí, está bien, comeré algo.

Y eso hice, comí con Chasc y Moe un par de filetes y estuvimos charlando hasta que Chasc se tuvo que ir. Él sí que era un periodista deportivo del que se esperaban buenos resultados, además de ser el principal enlace del club de Sherry con la prensa, tenía que llegar con tiempo para organizar a su equipo y todas esas cosas que hacen los periodistas de verdad.

Al cabo de unos minutos fui con Moe al partido, él era socio del equipo y vería el partido en su asiento, yo, en cambio, tenía que conformarme una vez más con la increíble localidad que me había procurado el impresentable de Pete Walden. Leí la entrada en cuanto me la entregaron en taquilla.

-Esto debe de ser un error, soy periodista y... esto es un pase normal, es más, es un sitio más bien malo.
-Lo siento señor... Village, los pases de prensa han de pedirse con tres días de antelación y la persona que lo intentó en nombre de su revista lo hizo esta misma mañana y dijo que no le importaba, que quería la entrada más barata.
-¿Seguro que dijo eso?
-Yo misma estaba al teléfono.
-Está bien... fondo sur bajo... fila 007... asiento 0011... ¿Entro por aquella puerta de ahí?
-Sí, su localidad está según entra a la derecha, no tiene perdida, y está cerca del campo, no tendrá problemas en ver el partido.

No señora, no tendré problemas en ver el partido, estoy a ras de campo y veo la portería perfectamente... la otra ya es como un marco para una foto de carnet. Veo bien desde donde estoy la tribuna donde Moe verá el encuentro y justo encima las cabinas de prensa donde Chasc y una treintena de periodistas más trabajarán durante la próxima hora y media mientras yo veré malamente el partido entre la gente que tiene lo justo para pagarse el peor asiento del estadio. Más vale que a ningún cámara que haga un barrido por mi zona me reconozca y vea dónde está mi “oficina”, ya soy el hazmerreír de la prensa deportiva nacional, no necesito más publicidad.

La verdad es que había un ambiente de lujo en el estadio de Sherry para ver los últimos coletazos de su equipo en la primera división. El partido comenzó, supongo, y siguió hasta que el Sherry se adelantó en el marcador justo en la portería más lejana, más tarde me enteraría de que en verdad había sido un gol en propia meta de un jugador de los Seacats. El estadio cayó en el júbilo y la euforia. Oía el tronar de los tambores de los ultras sobre mi cabeza, en la grada de arriba, se escuchaba a todo el mundo cantar la victoria hasta que los Seacats hundieron el balón en la portería local.

La cosa siguió igual, bueno, al menos yo no veía mucho para juzgar el partido. En el descanso salió la orquesta a dar la vuelta al campo junto con la mascota del Daily Cabine, el periódico deportivo para el que trabajaba Chasc, era un tipo disfrazado de periódico enrollado que bailaba y arrancaba carcajadas del público. También llegaron tres tíos típicamente sureños con la que supuse que sería la novia de uno de ellos, que parecía un auténtico putón. Pensé: ¿Cómo alguien se puede disfrazar así para un partido de fútbol? Uno de los tres tíos era el clásico tonto de la bocina. Se sentaron justo en la fila de delante. La pareja comenzó a manosearse de inmediato, el gordo empezó a engullir dulces a un ritmo inhumano, y el otro marcaba cada segundo del partido con un toque de bocina. A los cinco minutos le dije que parase, que estaba trabajando, pero mi monólogo coincidió con uno de sus bocinazos y se perdió en el bullicio.

Mientras repasaba las notas que llevaba escritas sobre el partido, la gente se levantó de golpe y empezó a gritar. ¿Cómo? ¿Gol? Dios mío, minuto 92, el Sherry consigue una victoria in extremis importantísima y yo en el puto fondo sur bajo...

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